El disco de Borges
Como Zhuangzi lo soñó y escribió, el hombre que soñó ser una mariposa no supo nunca si él era el soñador o había sido soñado. Del mismo tallo se ha constituido la realidad, que no es otra cosa más que una malinterpretación infinita de los estados de la vigilia, el sueño y el despertar.
En una cabaña pequeña que daba al frente de una gran y única roca, la cual daba al frente a un mar de montañas, un joven estudioso parecia leer. Como en reflexión se le vio salir con la mano estirada formando un puño apretado.
Había leído la historia de Borges que contaba cómo un rey cargaba en su mano el tesoro más intrigante de todos los tesoros: un disco de un sólo rostro.
“Es el disco de Odín. Tiene un solo lado. En la tierra no hay otra cosa que tenga un solo lado. Mientras esté en mi mano seré el rey”
El joven recordaba aquel fragmento en loop, cuyo desenlace era el asesinato del rey por un leñador que quiso hacerse dueño del disco; el disco no pudo ser encontrado nuevamente pues en el momento del asesinato cayó en algún lugar del suelo perdiéndose para siempre.
“¿Podría yo tener la convicción del rey?” — Se preguntaba el joven mientras con su mano estirada y su puño apretado imitaba proteger un disco.
La reflexión intelectual lo llevó a pasearse durante veinte minutos por razonamientos, argumentos y laberintos filosóficos que, de a poco, se fueron diluyendo mientras en su pecho se iba despertando una convicción espiritual: “¿Tengo que creer en la cosa para que exista la cosa? ¿Y si el poderío del rey no era muy diferente al del leñador o al de un pescador que sólo son triunfadores ante lo que pueden ver?"
El joven entendía que se estaba poniendo a prueba el concepto de fe, no porque en su mano desnuda fuera a aparecer un disco después por obra de Dios si continuaba en aquella posición, sino porque su espiritu flaquearía de convicción ante cualquier acción que su mente, o la de los demás no pudieran comprender ni anticipar, aun si en su corazón el influjo de saber que se está haciendo lo correcto estuviera presente.
Fue así que decidió continuar con la posición del rey.
Días pasaron desde aquel momento, la idea del disco, del cuento, de Borges, ya habían desaparecido de su memoria; continuando con la mano apretada, postrado de rodillas, tornando su mirada al cielo, parecía sufrir. Muy bajo se escuchaba un hilito de voz orar:
"Padre pongo en ti mi espíritu
hecho de la fragilidad con la que está hecha mi carne
pongo en ti, ¡oh Señor!, mi voluntad
en orden de que tu, padre celestial
la devuelvas a mi fortalecida
y pueda continuar en tu senda.
No me apartes de tu camino
porque si no fuera por tu mano Señor
la fuerza que de mi nace
no sería suficiente… "
La decisión de mantener su mano cerrada, por extraño que parezca, había subido el telón del espejo que reflejaba su voluntad.
En los primeros días luchaba con las ideas de su propia mente, que ante tarea tan sencilla e ingenua, dibujaba los peores escenarios y argumentos psicológicos. Le llegó a aterrar que dentro suyo hubiesen tantas voces.
Al termino del quinto día, cuando su alma aceptó la naturaleza fragmentada de su individualidad, la multitud de voces en su interior pasó a la ausencia de alguna, a la tranquilidad del silencio. Fue entonces cuando el hilito de voz se transformó en una oración clara y fácil de escuchar que decía:
"Me refugié en ti Señor
y me reconociste como hijo"
En su expresión se intuía la felicidad y el agradecimiento que continuó por otros cinco días más. En la noche del décimo día, como si fuese un milagro, su cuerpo cayó vencido por el sueño, y su mano antes apretada, ahora abierta con la palma desnuda, veía caer el disco que por segunda vez se perdía para siempre.
23 de abril de 2025